«En cuanto se ha aceptado un engaño como verdad, se produce una especie de ceguera que impide ver las pruebas en contrario. […] el contenido de las comunicaciones tiene una significación secundaria, siempre que el destinatario esté dispuesto a creerlo porque encaja bien en su visión del mundo y parece, por tanto, confirmar la exactitud de sus opiniones.”
Paul Watzlawick en “¿Es real la realidad?” (1976)
Parece evidente que el título de nuestro artículo corresponde a la frase que Fray Luis de León pronunció cuando pudo volver a la enseñanza tras sus cuatro años de encarcelamiento (1572-76). La cita se emplea para significar fortaleza y serenidad ante una acusación injusta como la que le correspondió vivir y también se aplica frente a circunstancias imprevistas de la vida. Siendo un poco rigurosos comprobaremos que las primeras referencias a la frase del ilustre humanista agustino no aparecen hasta dos siglos después y esto, más bien, habla a favor de que haya sido una ocurrencia ad hoc de alguien en el siglo XVIII.
Visto desde nuestra época actual diremos que “suena bien”, que ¿quiénes somos para llevar la contraria a una tradición secular? Y, como en aquel anuncio televisivo, “aceptamos pulpo como animal de compañía”, que sirve para retomar nuestra interrumpida labor. Tras meses de descanso volvemos a nuestra sección de Salud Mental y Humanismo Médico con el firme deseo de compartir con los lectores historias, anécdotas y reflexiones que ayuden a seguir adelante y superar las cuestas que la vida trae consigo. Sea nuestro objetivo irrenunciable ayudar a mantener el ánimo ante la adversidad y que este esfuerzo pueda realizarse, siempre que sea posible, con una sonrisa en los labios.
Ya metidos en faena recordamos a otro buen amigo de estas páginas, el psicoterapeuta austro-estadounidense Paul Watzlawick que, con su habitual lucidez, advierte que en la vida prima el deseo de confirmar las opiniones previas antes que modificarlas en la búsqueda de la verdad. Da igual que la realidad ofrezca una visión distinta a la que poseemos, cualquier persona intenta —consciente o inconscientemente, eso da para otro artículo— mantener el criterio inicial que resulta cómodo y evita la dificultad de verse obligado a cambiar la conducta por la irrupción de unos datos hasta entonces desconocidos.
Pero es otro viejo conocido, el psicólogo social Leon Festinger nacido en Brooklyn, pero de raíces judías y familia rusa, quien con su Teoría de la Disonancia Cognitiva advierte que todos estamos sometidos al principio de consistencia cognitiva. Esta ley señala que cuando sufrimos una incomodidad, porque nuestras creencias entran en conflicto con los propios actos, se puede encontrar alivio eliminando aquella parte de la realidad que “no encaja” con la situación. Es decir, asumimos la mentira de un autoengaño como si se tratase de la verdad más absoluta, pues ante la tozuda realidad el ser coherentes y mantener la conducta ahora resulta incómodo. Es más fácil cambiar cómo la percibimos. Así, aminoramos el malestar emocional ahorrando el esfuerzo de defender los actos generadores de dicha disonancia. Hay políticos expertos en esto y para los más curiosos, sin dar nombres, diremos que el máximo exponente no es devoto de Fray Luis de León, pues en un libro de su autoría lo confundió con un coetáneo suyo, Juan de la Cruz, también fallecido en el año 1591.
Pero escojamos algo práctico que ayude desde ahora. Tanto Watzlawick como Festinger coinciden en la importancia de crear una buena primera impresión. Para eso no se necesitan horas de encuentro ni días de convivencia. Nuestro cerebro está entrenado para tomar decisiones rápidas, pues a nuestros ancestros les iba la vida en ello. Si un mono en la selva choca debe ver sobre la marcha: “¿He chocado con algo o con alguien? ¿Si es alguien debe saber si es mono u otro animal? ¿Si fuese otro es promono o antimono? ¿Si es antimono viene tranquilo o con hambre?… En la vida sólo se puede generar la primera impresión una vez, y esto se consigue en milésimas de segundo gracias a valores mayoritariamente inconscientes, p.ej. ¿a quién me recuerda? Habrá oportunidades para cambiarla, pero sabemos que eso es más costoso.
Y, ya al final, recurramos a otro insigne psicólogo, el preconductista Edward L Thorndike, quien identificó el “efecto halo” por el que una vez aceptado un rasgo de otra persona (sea cierto o no) tendemos a “completar” el juicio final atribuyéndole las cualidades acordes a dicho rasgo. ¡Caramba!
Pensemos todo esto en nuestro próximo primer encuentro con alguien.
Dr. Manuel Álvarez Romero. Médico Internista
Dr. José Ignacio del Pino Montesinos. Psiquiatra